Al acostarnos, quien no ha escuchado alguna vez esa balada del destino inevitable ( al parecer) que nos hace preguntarnos en la soledad de nuestros pensamientos ¿ Que hice de nuevo hoy? ¿ Hice lo mismo de ayer?, y ¿ Haré mañana lo que hice ayer?. En ese punto nos damos cuenta en lo mecánico que se ha transformado nuestra existencia: Levantarnos, tomar el bus, ir a clases o a trabajar, llegar al hogar y dormir. Somos muchas veces un reloj Suizo que marca una pauta única, y que se disfraza bajo una sola palabra: “ Lo cotidiano”. Pero ¿ Que pasa cuando nos percatamos de lo cotidiano? ¿Cuándo preguntamos el porque de nuestro actuar regular? Y además le tomamos el peso al tiempo, ya que obvio, siempre vivimos del porvenir ( nos vemos mañana, lo hago mas rato, etc.), ¿ Será que cuando hablamos del tiempo ( para nosotros) tomamos conciencia de que todo se trata de morir?, y en ese momento llega un amigo incondicional para alguien que percibe la significación del tiempo: El horror de pertenecer al tiempo.
Nos encontramos entre la espada y la pared, entre el “actuar regular” y “el tiempo”, pero se nos unirán dos amigos mas; el primero es la perdida de extrañeza de las cosas, o mas bien, la costumbre, que muchas veces provoca haberlo visto todo y a la vez no conocer lo que se ve cotidianamente, provocando un mundo ( a nuestros ojos) absurdo.
El cuarto de los invitados a esta cena, es la conciencia del aspecto “mecánico” de nuestras vidas, lo cual vuelve estúpido a lo que lo rodea. Es tan fácil como imaginarnos hablando por teléfono, y a una persona observándonos tras una muralla de vidrio, donde no hay sonido, entonces esa persona ve algo estúpido, algo absurdo.
Bajo estos cuatro puntos se nos revela lo absurdo de la existencia. Muchas veces creemos elegir nuestro destino, decimos que seremos buenos padres, tendremos una profesión y viviremos de tal o cual manera, pero al final somos prisioneros dentro de nuestra propia existencia, somos como diría Heidegger, seres para la muerte, que estamos condenados bajo el mas implacable juez: El Tiempo. Cuando Hamlet llego al cementerio, se encontró con el sepulturero, y este le dijo que comenzó a trabajar en esto el mismo día que él nació. ¿ Que quiso decir Shakespeare? ¿ Seria que quiso decir que comenzamos a morir el día que nacemos? Yo apuesto que si, y creo que ganaría el mas terrible y valioso premio que da el vivir; la conciencia de la existencia, lo cual esta ligado con los tres puntos que nombre anteriormente.
Tenemos un actuar regular, día tras día, tal como un robot o un reloj, perdimos la capacidad de impresionarnos, nos comportamos mecánicamente, y por ultimo, estamos bajo el yugo del tiempo, entonces, ¿ Que ocurre cuando tomamos verdadera conciencia de ello?, ¿ Que pasa cuando el universo que nos rodea es privado de ilusiones ( léase esperanzas) y luces ( léase asombro)?. Yo creo que en este momento el hombre se siente extraño y genera un sentimiento, el sentimiento que Camus lo supo identificar bien, el sentimiento de lo absurdo. Este sentimiento puede dar como resultado la aspiración a la nada, en donde se niega el sentido a la vida, y que puede terminar en suicidio.
Muchos tratan el suicidio como fenómeno social, como si con nuestra existencia se le debiera algo al entorno, siendo totalmente lo contrario, ya que existimos o vivimos como si nadie lo supiese; entonces ¿Podríamos hablar del suicidio como fenómeno social?, a mi parecer , aquí intento plasmar una visión del suicidio ligado al pensamiento individual, como se prepara el suicidio “en el silencio del corazón”. Cuando esa persona admite o “confiesa” que ha sido sobrepasado por la vida, o también que no la comprende y ya no le interesa comprenderla opta por el suicidio, un suicidio gatillado por experiencias personales de las cuales solo esa persona tendrá conciencia de ellas, y por ende, también le afectara con una intensidad única, que solo el individuo la comprende, mas no la sociedad o su entorno.
De algo no hay duda, nos movemos en lo absurdo, eso lo tengo claro, pero hay una cosa que no tengo claro y me preocupa y atormenta, puesto que la única salida liberadora de nuestra absurda existencia parece ser el suicidio;¡Pero no hay lógica!, ¿La muerte como único camino?.
Por una parte , creo que el suicidio resuelve el problema de lo absurdo, si, pero a su manera (bastante precipitada). Por otra parte, considero que se puede vivir con lo absurdo, ¿Cómo? Teniendo también conciencia de la muerte ¿Y por que? Porque ambos principios son quizás la única verdadera libertad que se nos ha otorgado, libertad que nos hace sentir y vivir el presente, aquí y ahora.
Al parecer hay algo que vale la pena, lo cual podría ser el ideal del hombre Absurdo ( como lo llamaría Camus), en el cual el presente y la sucesión de los presentes ante una alma ( o sea el sentir en esta tierra) seria el ideal del hombre absurdo. Y bueno, mediante el solo juego de la conciencia se transforma una regla de vida lo que era situación de muerte y así se rechaza ( quizás arbitrariamente) el suicidio.
Quien podría dar una conclusión con mayor claridad que mis palabras seria mi buen amigo Nietzsche, quien dice:
“Parece claramente que lo principal en el cielo y en la tierra es obedecer largo tiempo y en una misma dirección: a la larga resulta de ello algo por lo que vale la pena vivir en esta tierra, como por ejemplo la virtud, el arte, la música, la danza, la razón, el espíritu, el que transfigura algo refinado, loco o divino.”
A veces es necesario encontrarse con la desesperación.